SAN JOSE, Oct 14 (AFP) - "Esta tierra nos pertenece, es la tierra
de nuestros ancestros", pero "ellos siguen cortando nuestra
selva y los ríos se asquean por la deforestación",
dice con amargura Timoteo Jackson, un anciano indígena que vive
en Bribri, en las montañas de Talamanca, 350 kms al sureste de
la capital costarricense.
Para Jackson, uno de los representantes de la tribu Bribri, una de las
ocho etnias indígenas que subsisten en el país, la imagen
que se proyecta sobre Costa Rica en el exterior como defensor de la
ecología, resulta un puro espejismo.
Detrás de la imagen paradisíaca de Costa Rica, país
lleno de selva, volcanes y playas de arena blanca, destinación
ideal para una luna de miel, se esconden mas de 63.876 individuos identificados
como indígenas por el censo del Instituto Nacional, indígenas
pobres, ignorados y aislados entre sí.
Los indígenas costarricenses, quienes representan 1,7% de la
población, no tienen ninguna representación legislativa
en el país. Agrupados en ocho etnias con su propio idioma y tradiciones,
la mayoría viven confinados en sus reservas, y tienen muy pocos
contactos entre sí, lo que incrementa su aislamiento y marginación.
Los indios viven muy pobres en las 24 reservas del país,
lo que contrasta con el nivel de vida del resto de los 3,8 millones
de habitantes de Costa Rica, que también pregona los valores
de justicia y equidad social.
La mayoría de sus casas, con techo de paja, no
tienen electricidad, ni agua potable. Duermen en hamacas y cocinan el
arroz y frijol, base de su alimentación, en cocinas construidas
con piedras fuera de las casas.
Igual que los adultos, los niños, muchos de ellos descalzos,
vestidos con sencillas camisetas y pantalones en gran parte donados
por organizaciones de ayuda, no tienen acceso consulta médica,
por su aislamiento dentro de la montaña, por lo que no son raros
los brotes de diarreas y otros males gastro-intestinales.
Muchos sufren de "papalomollo" o "lepra de montaña,"
infección trasmitida por un mosquito que deja enormes huecos
en la carne parecidos al mal de Hansen (lepra).
Los indígenas no son muy conocidos por el resto
de la gente dentro de su propio país.
"Mucha gente piensa que somos atrasados, vestidos con plumas",
se queja Jorge González, un artesano de la reserva Boruca.
Por primera vez en la historia del país, los indígenas
de Costa Rica tuvieron en setiembre pasado la oportunidad de compartir
su legado cultural en una extensión del festival de Arte Nacional,
organizado en la ciudad de Limón, cabecer de la provincia del
mismo nombre, en el Caribe.
Gracias a la organización "Reencuentro con
la Madre Tierra", las tres comunidades, los Diablitos de Boruca,
los Bribris y los Cabecares, se encontraron en la Finca Educativa de
la reserva Bribri de Shiroles, en la región de Talamanca (sur)
y pudieron presentar sus bailes, cantos, artesanía y tradiciones.
Durante el convivio, los Diablitos de Boruca, quienes
viven a ambos lados de la cordillera de Talamanca, hacia el Atlántico
y el Pacífico, hicieron una representación de sus "Juegos
de los Diablitos", gran fiesta que organizan cada fin de año.
En la presentación, los hombres llevaron mascaras de madera,
pinturas indígenas y representaron en pantomima una lucha hasta
la muerte en contra del conquistador español, simbolizado por
una máscara de la cabeza de un toro.
Durante una presentación teatral del grupo "Metamorfosis"
del Festival Nacional de las Artes, Jackson exclamaba en su idioma,
traducido por un joven de la tribu: "Ya es tiempo para nosotros
indígenas de poner nuestra mano en nuestro corazón y hablar
solamente un solo idioma, el que dice: 'no maltraten más a los
indígenas; no maltraten más a nuestra selva y a nuestra
tierra."
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